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Los orígenes

Freixenet

Los orígenes

Freixenet

Rápidamente se decantaron por Freixenet, el menos aconsejable en principio por su casi impronunciable fonética al ser largo y raro, pero haciendo bueno el dicho de Tagore “Lo que cuesta entrar difícilmente sale”.

Pedro Ferrer supo poner en escena su marca. Creó una red de representantes por todo el territorio español, que él mismo animaba con gran éxito, al tiempo que iniciaba el incremento de notoriedad de la marca Freixenet, con una propaganda novedosa en los medios de la época – prensa, radio, vallas exteriores gigantes – y participaba en las ferias comerciales más importantes del momento. Tras los primeros resultados domésticos inició la extrapolación de la estrategia a los principales países consumidores, GB, Suiza, Bélgica y EEUU.

En tan solo 22 años de actividad desde que en 1914 se lanzara al mercado la primera botella con su marca, Pedro Ferrer y Dolores Sala habían lanzado Freixenet hasta la segunda posición del ranking español; habían construido una moderna cava en el Barrio de la Estación de Sant Sadurní de Noya y sin duda era la marca con mayor potencial de crecimiento y velocidad en ser reconocida.

La Guerra Civil Española truncó la aventura y el sueño de llegar a ser los mejores. En 1936 Pedro Ferrer es fusilado por la facción anarquista y Juan, su hijo mayor, también desaparece. Freixenet queda huérfana de uno de sus fundadores y es colectivizada durante la guerra, tras la cual Dolores, con la ayuda de su hija Pilar, reemprende la gestión de la empresa familiar casi empezando de cero.

Fue una labor ardua y heroica en un país destrozado, cerrado en sí mismo y prácticamente sin crecimiento durante los primeros años de reconstrucción, máxime para un producto que en aquellos tiempos era considerado como un artículo de lujo. Poco después Pilar se casa y la gestión queda en manos de un apoderado externo a la familia, Napoleón Serra.

A pesar de las dificultades, el ADN primigenio de Freixenet no había desaparecido y el talento enológico de Doña Dolores había garantizado su excelencia, con el apoyo de un equipo de trabajo que se esforzó por subsistir en un coyuntura tan desfavorable con la esperanza de que el viento rolase a otro más propicio.

Sin embargo la posguerra se alargaba y, a finales de los cincuenta, antes de que se produjera la industrialización del país y se abriera al exterior para lograr el cambio de coyuntura esperado, una crisis de extremada dureza exigió el relevo en la gestión requiriendo la incorporación del menor de los hijos de Pedro y Dolores, José Ferrer Sala, a la sazón con la edad y preparación suficiente para ello.

La incorporación de José Ferrer, con el ADN inicial más intenso si cabía, representó un punto de inflexión en el desarrollo de Freixenet y el despegue imparable de la marca tanto nacional como internacionalmente. Inicia la puesta al día de las instalaciones , revitaliza la organización comercial y publicita Freixenet en TVE. En la segunda mitad de los sesenta comienza a colaborar con él José Luis Bonet y una nueva vuelta al ADN le llevará a la innovación de la gama relanzando un cava especial, distinto en apariencia, único, el Carta Nevada.

Se lanzan a la conquista del mercado español creando una nueva organización comercial a base de agentes fijos que sólo venden Freixenet, organizados en delegaciones territoriales por toda España y, finalmente, se apoyan en una comunicación basada en la famosa “Burbuja Freixenet”. Sus campañas publicitarias tuvieron una excelente acogida y el progreso de la marca fue meteórico.

En 1974, José Ferrer saca al mercado un nuevo Cava, Cordón Negro, “The Black Bottle”. Cordón Negro fue una segunda revolución en el sector. José Ferrer fue el primero en utilizar la tecnología de la refrigeración del mosto para vinificarlo a temperatura controlada, hecho que representó la modernización del Cava obteniendo un producto que no perdía nada de las esencias naturales del fruto.

Cordón Negro fue el cava que dio la respuesta que esperaba el nuevo consumidor de finales del s. XX, sofisticado en apariencia, natural en su concepción, y con un precio justo. Eso era Cordón Negro, presencia sofisticada con las características del cava, un vino espumoso, ligero, fresco, afrutado e imbatible en calidad/precio. De nuevo creó una red internacional para conquistar mercados país a país, basándose en una estrategia de marketing adaptada a cada uno de ellos. Gracias al buen hacer con estos dos productos únicos, Freixenet consiguió antes de mediados de los ochenta, ser líder mundial de los vinos espumosos de calidad.

En tan sólo 25 años de gestión de José Ferrer, Freixenet tuvo una progresión espectacular, pasando de pequeña empresa familiar a número uno mundial, sin perder la esencia 100% familiar, siempre basada en el ADN que le insuflaron sus fundadores.

La innovación enológica nunca ha dejado de ser una de las razones de ser de Freixenet, consciente de que la propia evolución del mercado la demandaba. Así ha ido creando nuevos cavas para satisfacer a los consumidores más exigentes y los ha agrupado en una colección de “Cuvées de Prestige” que conforman la gama más amplia del sector en el segmento más alto. Ninguna otra bodega tiene una gama semejante.

Ya líder de los vinos espumosos, comenzó para Freixenet una nueva etapa convencido de que la calidad es diversa en tipos de vino y orígenes y se implanta en otras zonas vitivinícolas del mundo. Así hoy, 100 años después de que saliera al mercado la primera botella bajo la marca Freixenet, este nombre no sólo ampara una excelente gama de cavas sino también el grupo vitivinícola integrado por 18 bodegas en las mejores zonas vitícolas de tres continentes: Europa, América y Oceanía.

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